Reencarnación: ¿Qué hago de nuevo aquí?
El extraño caso de las hermanas Pollock
Era primavera, concretamente un domingo del mes de Mayo del año 1957. Un día espléndido que animaba, si cabe aún más, a pasear por las calles de la pequeña localidad de Hexham de no más de 10.000 habitantes, situada en el norte de Inglaterra.
La familia Pollock al completo, como cada domingo, se apresuraba a acudir a la iglesia para asistir al oficio religioso. La familia la formaban el matrimonio y sus dos hijas, Joanna y Jacqueline de 11 y 6 años de edad respectivamente, y al igual que otras chiquillas de esa edad disfrutaban jugueteando y correteando durante el trayecto.
La travesía solía ser tranquila, ya que el hecho festivo reducía a mínimos la circulación de vehículos, de todos modos escasos en aquella época.
Pero el destino, el azar o llámese como se quiera, tenía marcado ese día en la vida de las hermanas. Al doblar una esquina un vehículo arrolló literalmente a ambas criaturas, de tal suerte que perecieron destrozadas entre las ruedas.
El hecho luctuoso conmociono a la ciudadanía del pequeño pueblo y el matrimonio se refugió en su fe cristiana con el fin de superar tan lamentable suceso.
Pasó el tiempo, que suele actuar de pañuelo y colchón, y antes de cumplirse los dos años del fatídico accidente la familia celebraba el nacimiento de dos niñas gemelas, a las que bautizaron con los nombres de Gillan y Jennifer.
El feliz acontecimiento sirvió para edulcorar un pasado amargo y los padres se volcaron en todas las atenciones que las recién nacidas exigían.
Un detalle llamó la atención del padre. La pequeña Jennifer poseía una línea, a modo de exigua cicatriz, en la frente, similar a la que también tenía su fallecida hermana Jacqueline, y que se produjo como consecuencia de una violenta caída cuando sólo contaba 3 años de edad. Además de la semejanza física, lógica por parentesco, el paso del tiempo remarcó en Jennifer un lunar en la parte alta del muslo de iguales características y situación al que poseía la difunta Jacqueline.
A medida que el calendario avanzaba, multitud de detalles denotaban que aquellas pequeñas no eran nuevas en el lugar.
Las gemelas iban creciendo, empezaban a dar sus primeros pasos y balbucear sus primeras palabras. Las facciones y gestos de Gillian se transformaban en el vivo retrato de su otra hermana Joanna. La forma de andar, sus expresiones gestuales e incluso su característico vocabulario reflejaban como un espejo el comportamiento de la primogénita desaparecida.
Jennifer, por su parte, escribía sus primeras letras de manera idéntica a como lo hacía Jacqueline a su edad. Más tarde, el uso de giros gramaticales, la postura y forma de tomar el lápiz e incluso la inclinación caligráfica certificaba la similitud que había en estas tareas entre ambas hermanas.
Pero las cosas no se quedan en los parecidos físicos, ni en la analogía de los actos. A medida que iban creciendo, ya con 5 años, relataban en sus conversaciones situaciones que no podían conocer, ya que los padres no lo habían comentado. Conocían a personas del barrio que aún no habían visto y hablaban de lugares todavía por visitar.
Un día los padres desempaquetaron algunos de los juguetes usados por sus primeras hijas y comprobaron con sorpresa que, tanto Gillian como Jennifer, se dirigían a la muñeca y al peluche con los mismos nombres que les habían puesto sus primitivas hermanas.
Pero, además, lo más asombroso fue el día que paseaban justo por el lugar donde sucedió el accidente que segó la vida de las hermanas. Justo al ver la zona entraron en una especie de pánico, mascullando palabras apenas entendibles por los presentes. Luego, al relatar los motivos, expresaron con detalle las circunstancias del fatal siniestro que costó la vida de sus allegadas.
Multitud de detalles y variedad de actitudes mostraban la existencia de un "algo" de las hermanas muertas situado en los cuerpos de las gemelas vivas.
La reencarnación como filosofía a través de los tiempos
Como entiendo que el tema de la reencarnación despierta pasiones, ocasiona indiferencia e incluso dispara odios, he querido comenzar este artículo con el relato de un hecho que, aunque ligeramente novelado, es fiel a la realidad de lo acontecido.
La filosofía de la reencarnación ha venido propagada, desde tiempos remotos, por la casi totalidad de religiones. Tal es así que incluso las ideas judeo-cristianas tuvieron principios que asumían la reencarnación, si bien en el II Concilio de Constantinopla, allá por el año 553, se declara y considera anatema, imponiéndose el dogma de la resurrección.
De todas, es sin duda el hinduismo quien otorga a la reencarnación una importancia vital en el proceso evolutivo del hombre. Y también son el resto de religiones asiáticas coincidentes en aceptar la reencarnación como ciclo de nuevas y continuadas existencias del ser.
Al parecer toda esta ideología "reencarnacionista" que surge en el continente asiático, se extiende desde sus confines orientales hasta otros lugares del planeta, incluido el norte del continente americano, a través del estrecho de Bering.
Ciertamente las creencias en la reencarnación no son exclusivas de una zona de la Tierra en particular, más bien todo lo contrario.
El carácter filosófico de la reencarnación viene basada en el carácter evolutivo del hombre, que tiende a buscar la perfección mediante sucesivas vidas, las cuales tienen por misión purificar el alma hasta alcanzar la perfección total.
Tras la muerte física, se abre un periodo de espera que no suele superar los 4 años. En este espacio de tiempo se produce el ‘borrado vivencial’ de todo lo ocurrido en el transcurso de la última vida. Al producirse el renacimiento físico en otro ser, la nueva persona, por lo general, no recuerda nada en absoluto de sus anteriores vidas.
Este hecho tiene una explicación. Se trata de evitar influencias y condicionamientos previos a la nueva vida. Si existieran esos recuerdos, podrían alterar y modificar la toma de decisiones, se actuaría de una forma premeditada y por ende se cercenaría el proceso evolutivo del ser.
Investigación y ciencia en la reencarnación
El estudio de la reencarnación se ha efectuado desde diversos campos de la ciencia, necesario por otra parte, para dar un grado de seriedad y contexto científico al tema.
El doctor en psiquiatría, Ian Stevenson (31/10/1918 - 08/02/2007), investigó del orden de 3.000 casos que apoyaban la tesis de la reencarnación. De todos los sucesos estudiados, una veintena de ellos fueron considerados como auténticos. Así los relata en su libro Twenty Suggestive Case of Reincarnation publicado por la American Society for Psychical Research de Nueva York (Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación. Versión española de Editorial Mirach. ISBN 9788487476334)
Los casos expuestos se extienden por diversas partes del planeta y abarcan la casi totalidad de continentes.
En sus conclusiones asevera que es en los primeros años de la vida, entre los 2 y 4 años, el momento en que se produce el interés del pequeño por acontecimientos sucedidos en una vida anterior.
Otro dato importante que se añade al estudio radica en el tiempo transcurrido entre la muerte de un ser y el nacimiento reencarnado del nuevo ser. Un periodo llamado de latencia y que se estima entre 9 meses y 4 años, sin apenas existencia de cambio de sexo.
A raíz de lo expuesto cabe señalar la existencia de los llamados niños prodigio. Es un hecho que se ha producido siempre y sobre el que existen infinidad de preguntas sin respuesta.
Sin pretender ser exhaustivo en la relación de personajes considerados como tales a lo largo de la historia, cabe destacar el caso de Wolfgang Amadeus Mozart, que a la edad de 4 años ya interpretaba y creaba obras musicales.
Toca hacerse una simple pregunta ¿De dónde proceden sus conocimientos? Y tal vez la respuesta no difiera mucho de pensar que alguien anterior a su existencia sea el responsable de haber transmitido sus conocimientos.
Por su parte la psicóloga Helen Wambach, que trabajó en el prestigioso Hospital de Walnut Creek, en el estado de California, autora de los libros “Reviviendo vidas pasadas” y “Vida antes de la vida“ –me temo que ambos descatalogados -, utilizó también la técnica de la regresión hipnótica para estudiar los casos de reencarnación. Junto a su equipo examinó más de mil casos de posibles reencarnaciones. De todos ellos el 90% revivieron emocionalmente sus vidas anteriores, no sólo las recordaron.
Hay que tener presente que en realidad las informaciones aportadas por las personas son más vividas que relatadas, ya que el sujeto se identifica emotivamente con los hechos, los revive, aunque ello no implique la veracidad de los datos aportados, pues cabe la posibilidad de tratarse de dramatizaciones de la mente.
Colofón.
El pensar que la vida no acaba con la muerte es algo que, de una forma u otra, la mayoría de personas aceptamos.
Llegado el momento el hombre se despoja del envoltorio físico, el cuerpo material que lo conforma, y su interior, llámese alma o energía se mantiene y se prepara para una nueva vida en busca de la total perfección.
Bajo el modelo relatado, el ciclo se acabaría en el momento que se alcanza esa perfección completa. Y la pregunta siguiente es: ¿y luego qué?
Tal vez los conceptos reencarnación y resurrección no estén tan distantes.
© Profesor Carlo M.
Licenciado en derecho
Master en numerología
Experto en parapsicología y esoterismo
En exclusiva – Julio 2015
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